Al igual que la yaya, me puse mis mejores galas y le quité el pintalabios para, con un gesto rápido y ya habitual, simular que yo también me pinto los labios.
No entiendo por qué, pero cada vez que lo hago se mondan todos de risa.
Estuvimos en casa del hermano de mi yayo José Luis y allí pude jugar con los juguetes de Santi hasta que él llegó de la "guarde", ya que no le hizo ninguna gracia mi intrusismo.
Después fuimos al parque y jugamos en todos los columpios, e incluso nos dejaron un cubo y una pala para jugar con tierra. Nos hicimos muy amigos y lo pasamos genial.
Al final hasta compartíamos juguetes y le dí de merendar el trocito de pera que le quedaba. Luego, cuando Santi se fue con su papá dormí un ratito en su cama porque estaba agotadísimo.
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